viernes, 20 de febrero de 2015

Comentario de texto (3º)



Texto 3º

"Y habiendo advertido que esta gran certeza que todo el mundo les atribuye, no está fundada sino que se las concibe con evidencia, siguiendo la regla que anteriormente he expuesto, advertí que nada había en ellas que me asegurase de la existencia de su objeto. Así, por ejemplo, estimaba correcto que, suponiendo un triángulo, entonces era preciso que sus tres ángulos fuesen iguales a dos rectos; pero tal razonamiento no me aseguraba que existiese triángulo alguno en el mundo. Por el contrario, examinando de nuevo la idea que tenía de un Ser Perfecto, encontraba que la existencia estaba comprendida en la misma de igual forma que en la del triángulo está comprendida la de que sus tres ángulos sean iguales a dos rectos o en la de una esfera que todas sus partes equidisten del centro e incluso con mayor evidencia. Y, en consecuencia, es por lo menos tan cierto que Dios, el Ser Perfecto, es o existe como lo pueda ser cualquier demostración de la geometría." Descartes, Discurso del Método.




Un posible comentario de texto (tiempo aproximado: 45-50 minutos).

2 a.- Analice las expresiones subrayadas en el texto.
2 b.- Exponga la temática planteada en el texto.
2 c.- Justificación del tema desde la posición filosófica del autor.

2 b.- En este fragmento,  perteneciente al capítulo IV del Discurso del Método, Descartes aborda la demostración de la existencia de Dios. Aunque lo hace con una terminología diferente, en definitiva, es el mismo argumento ontológico que ya utilizara S. Anselmo en la Edad Media.

Según Descartes, analizando nuestro pensamiento, encontramos una serie de ideas que no son adventicias (que parecen provenir de la experiencia, como la de “caballo”, “ala”, etc.) ni facticias (construidas a partir de otras ideas, como la “caballo con alas”). Estas ideas son las innatas. Son pocas y las encontramos en nuestro interior, como las de pensamiento o existencia. Pero entre ellas también encontramos la de infinitud, que Descartes asocia a la de Dios. Pero el que esas ideas estén en nuestro pensamiento, no quiere decir que existan.

Como dice en este fragmento, poseemos la idea de triángulo, y en ella comprendemos que la suma de sus tres ángulos es igual a la de dos rectos. Es decir, que necesariamente tiene que ser así, como el que en una esfera todas sus partes equidisten del centro. Pero ello no quiere decir que exista. Pero veamos qué sucede con la idea de Dios. Por Dios entendemos el Ser Perfecto. Pero en este caso, en esta idea de Ser Perfecto, es imposible que le falte la existencia; es decir que necesariamente tiene que existir, pues si no no sería perfecto. Lo mismo que la suma de los ángulos del triángulo tiene que ser igual a dos rectos, Dios, el ser perfecto, tiene que existir. Ambas cuestiones se encuentran comprendidas en las dos ideas, en la de triángulo y en la Dios. ¿Se puede pensar en un triángulo en el que la suma de sus tres ángulos no sea igual a dos rectos? Pues en la misma medida no podemos pensar que al Ser Perfecto le falta la existencia. En definitiva, lo mismo que en cualquier demostración de la geometría, podemos decir que  Dios existe. Este argumento, el argumento ontológico aquí expuesto, será una de las dos formas con las que Descartes demuestra la existencia de Dios.

La otra forma con la que Descartes demostrará la existencia de Dios será con la aplicación del principio de causalidad a la idea de Dios. Entiende Descartes que el contenido objetivo de toda idea debe tener una causa proporcionada que la produzca, es decir que posea el mismo contenido objetivo. La idea de Dios o infinito, por tanto, debe tener una causa que posea tal contenido objetivo, tal realidad en sí misma. Como yo, finito, no puedo ser la causa de esa idea, tiene que haber una realidad infinita fuera de mi que haya sido la causa de dicha idea. Esa causa es Dios, ser infinito. Por tanto, Dios existe como realidad infinita.

La demostración de la existencia de Dios, se convertirá en Descartes en un recurso necesario en la elaboración de su sistema. Sin él, como ahora veremos en la justificación, Descartes no podría haber salido del pensamiento para demostrar la existencia de la realidad extramental.

2. c.- ¿Por qué es fundamental el recurso de Dios, la demostración de su existencia? Veamos: Descartes quería construir un sistema de conocimientos de cuyas proposiciones no se pudiese albergar ningún tipo de duda. Para ello se había propuesto aplicar el método deductivo que tan buenos resultados había proporcionado a las matemáticas. Él lo simplificó con las cuatro reglas: evidencia, análisis, síntesis y enumeración.

Pero el problema para la aplicación del método era encontrar esa primera verdad que fuera evidente por sí misma, absolutamente cierta y a partir de la cual poder continuar con la deducción. Descartes tenía motivos para no aceptar verdades que se presentaban como tales. En primer lugar, porque aunque es improbable que los sentidos nos engañen, la improbabilidad no significa certeza; es la conocida falacia de los sentidos. En segundo lugar, porque no podemos estar seguros de distinguir entre la vigilia y el sueño. Por último (Descartes añade posteriormente un motivo más radical), dormidos o despiertos, las verdades como las de las matemáticas son ciertas, pero  tal vez pueda existir un genio maligno que nos haga creer en su certeza no siendo así. Por tanto, es necesario eliminar esos motivos de duda si se quiere aplicar con éxito el método. Encontrar esa primera verdad parecía tarea imposible y que abocaba al escepticismo. Pero Descartes de una cosa no puede albergar la más mínima duda: del hecho de estar dudando y estar pensando, el ser una cosa que piensa (res cogitans); de ahí su célebre frase “pienso, luego existo”. Encontrada esa primera verdad, la existencia del sujeto que duda y piensa, absolutamente cierta, Descartes se pregunta por aquello que hace que esta proposición lo sea. Consiste en la claridad y distinción con la que son percibidas. Este criterio de certeza o regla general le servirá para saber cuándo podemos admitir una proposición como verdadera, como el hecho de saber que yo, como sustancia pensante, soy una cosa diferente del cuerpo.

Pero hasta ahora lo único que Descartes ha admitido es el ser una sustancia pensante. Pero, ¿cómo demuestra la existencia de la realidad extramental, como decía al principio de la justificación?. Tras el análisis de las ideas y la demostración de la existencia de Dios, mediante el argumento ontológico en este fragmento que comentamos y ya explicado en la exposición del tema, Descartes sí puede afirmar la existencia de esa realidad extramental, del mundo, despejando cualquier sombra de duda: Dios, perfecto y sumamente bondadoso, no puede permitir que me engañe al pensar que el mudo existe; por tanto, el mundo existe. Ahora podemos entender por qué era un recurso necesario en su sistema la demostración de la existencia de Dios. De lo contrario, Descartes no podría haber seguido avanzando con pasos firmes y seguros, sin sombra de duda, en la construcción del sistema, no podría haber salido del pensamiento, verdad segura y cierta hallada. Ahora ya sí puede seguir adelante con la deducción. Una vez admitida la existencia del mundo, constituido de extensión y movimiento, se podrán deducir la física y las leyes del movimiento, deducción que el propio Descartes llevó a cabo.

De esta manera, la realidad para Descartes quedaría constituida por tres sustancias: Dios o infinito, pensamiento (res cogitans) y extensión (res extensa). Aunque en rigor solamente podría haber una única sustancia “todo aquello que existe y no necesitas de otra cosa para existir” (Dios), al insistir Descartes en que el alma (pensamiento) es una sustancia distinta del cuerpo (cosa extensiva), lo que pretende es salvaguardar la libertad del alma, evitando el mecanicismo determinista de la materia. Con ello se observa también la raíz antropológica del pensamiento cartesiano y su profunda preocupación por el ser humano, tratando como objetivo de su filosofía el fundar la libertad en la razón para así conseguir la felicidad y perfección humanas.


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